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jueves, noviembre 08, 2012

ENRIQUE VILLARROEL, EL "TAL CHOMPA



por Rudy Orlando Carrasco

En los albores de la colonización alemana surgió un conflicto de tierras en el territorio de Melipulli. Cuando Vicente Pérez Rosales, en su calidad de Agente de la Colonización,  daba instrucciones para la formación de la  futura ciudad de Puerto Montt, se hizo presente ante él un lugareño llamado Enrique Villarroel, quien le expresó un formal reclamo porque el terreno donde se estaban realizando los trabajos para emplazar el futuro pueblo era de su propiedad, según el título que exhibió a don Vicente.

Para el Agente Pérez Rosales este tipo de problemas no eran del todo nuevo, ya en Valdivia había tenido serios contratiempos porque él no reconocía la legitimidad de los títulos que exhibían algunos valdivianos. A su juicio esto era simple apropiación de terrenos fiscales con el fin de especular en la nueva situación que se presentaba con la llegada de los colonos alemanes; de tal manera que no titubeó en  denunciar ante sus superiores que el “fantasma de los terrenos fiscales (también) alzó en Llanquihue su inoportuna y descarada cabeza”.

Pero Enrique Villarroel no se amedrentó ante la postura rotunda de don Vicente. No aceptó lo que consideraba un simple atropello y una ilegalidad, por lo que “siguió adelante y con mayor entusiasmo su obra de poseedor primitivo, bajo el amparo de la Carta Fundamental de nuestro país, y de las leyes y demás disposiciones supremas vigentes, que regían en aquel tiempo”, según nos cuenta Belisario Goycolea.

Pero, ¿qué decían los  títulos en cuestión?

Lamentablemente no hemos podido, hasta ahora, encontrar dichos documentos. Pero contamos con la interpretación de don Vicente, quien asegura que “los títulos del tal Chomba, que bien analizados adjudicaban a su feliz poseedor el derecho de una ancha faja de terrenos, que partiendo de las aguas del seno del Reloncaví, terminaba, por modestía, en el desierto de Atacama”. Es decir, una extensión que equivalía a casi todo el territorio de Chile. Recuérdese que el límite Norte del país estaba situado en el Desierto de Atacama.

¿Exagera don Vicente en sus “bien analizados” juicios sobre el caso? ¿Cómo fue posible que la autoridad competente extendiera semejantes títulos?

Recordemos que en Chile regía el Estado de Derecho y que fue el estado chileno quien se comprometió formalmente a respetar todas las propiedades del sur de Chile, mediante la firma del Tratado de Tantauco, en 1826. Por lo tanto habría que respetar todos los títulos.

Este conflicto, que en esos años fue bien conocido, también mereció un espacio en las crónicas de Belisario Goycolea, como ya hemos visto.  Y aún cuando el cronista asume la tesis de Pérez Rosales sobre el no reconocimiento de los derechos de Villarroel, consigna lo siguiente: “pero el tal título, como todos los antiguos tenía por linderos de sur a norte todo lo que la vista podía abarcar, desde las orillas riberanas hasta las más altas cumbres…”

Detengámonos en este punto del relato. Está claro que el límite de la propiedad por el lado Norte no estaba señalado, por cercos, como se supone que debiera ser; sólo dice que abarcaba “desde las orillas riberanas hasta las más altas cumbres”. ¿Y dónde estaban situadas las “más altas cumbres” cuando el lugar era observado desde “las orillas riberanas”? Al tenor del relato de Belisario Goycolea, la respuesta es clara, el terreno abarcaba desde la playa hasta el borde de la Tercera Terraza del actual Puerto Montt, lo que nos permite deducir que se trata de una distancia de un poco más de un kilómetro y medio. Pero también podría tratarse del borde de la Segunda Terraza, en ese caso la distancia hasta ese punto desde la antigua playa –sin considerar los actuales rellenos- equivale a unos setecientos metros aproximadamente. Esa sería la extensión de la propiedad en el sentido Norte-Sur.

Siguiendo con el testimonio de Goycolea , nos enteramos que la distancia del terreno en dirección Este-Oeste, comprendía, “desde el río tal a la punta más saliente…”

¿Cuáles eran esos puntos, realmente? Goycolea no lo dice, pero bien pudiera tratarse del río o estero Cayenel por el Oeste y “la punta más saliente” que estaba en el estero Pichi Pelluco, que en esos años no tenía relleno. Y eso significa una distancia de unos mil setecientos metros.

Hecho estos cálculos volvamos al relato, porque allí se nos informa que el título de Enrique Villarroel “rezaba solamente 20 cuadras”, lo que equivale a unas 30 hectáreas. Y resulta que los deslindes antes descritos, considerados hasta el borde de la Tercera Terraza, representarían unas 100 hectáreas, pero si se mide sólo hasta el borde de la Segunda Terraza, el resultado nos indica una superficie de algo más de 30 hectáreas. Dicho más claramente, nos dà las 20 cuadras que reclamaba el famoso “Chompa Villarroel.”

Respecto a la forma en que han sido descritos los deslindes de la disputada propiedad,  hay que decir que en esos tiempos aquello era una práctica habitual y que siguió utilizándose durante mucho tiempo aún. Medio siglo después de la fundación de Puerto Montt en la Capilla de Melipulli, todavía, los terrenos a orillas del mar se marcaban de esa forma. Los sitios de la calle Melipulli -nombre que en el siglo siguiente se cambió por Rosselot- tienen escrituras que indican “la playa” por límite Sur y “hasta la parte más alta del cerro”, por el lado Norte. Los títulos de propiedades adquiridas en lugares tan privilegiados como las orillas del Canal de Tenglo, señalaban límites como “un árbol grande”, en un lugar que todavía estaba lleno de árboles; o “un terreno fiscal”, donde se supone que casi todo era fiscal, salvo las propiedades de algunos chilotes que ya estaban establecidos en el lugar.

Grandes extensiones de terrenos de esta provincia fueron demarcados por “una boltea de palos”, en tiempo que voltear palos era una faena de todos los días, o por “una quema”, que también era una actividad que se practicaba a diario apenas las lluvias lo permitían. La primera propiedad vendida por los Mansilla en la Isla de Tenglo al colono Hoffman en 1859, abarcaba por el Norte, “desde la marina”, o sea la playa, “hasta el centro de la isla”.

Es decir, los límites señalados en el título del terreno en disputa, entre el fisco y Villarroel, se presentaban de acuerdo a los procedimientos y costumbres de la época, cuando en la zona no había topógrafos y era del todo imposible levantar cercos.

En el relato de Goycolea nos enteramos que “el Chompa” era “leguleyo” y que era un hombre “ducho y amigo de conservar sus papeles (los) que tenía en una caja de sus antepasados”. Esto, naturalmente no tiene nada de criticable. Pero revisando otros antecedentes nos encontramos que en septiembre de 1851 Villarroel se dirigió al Gobernador de Calbuco, reclamando por la entrada de hacheros en sus terrenos ubicados en Melipulli, en Chamiza y en Polincay. El Gobernador se declaró incompetente para tomar medidas en el asunto y evacuó el reclamo al Intendente de Chiloé, la autoridad máxima de esos tiempos, el 16 de septiembre de 1851, un año antes que aparezcan los colonos alemanes por estas tierras.

En 1855 sucede algo que tiene que ver con esta historia. En esa oportunidad la Intendencia de Chiloé, como lo hacía cada año, envía el listado oficial de propietarios de tierras del Departamento de Calbuco, a cuya jurisdicción habían pertenecido los terrenos de Melipulli y el noreste del Seno de Reloncaví, para el pago de impuestos –“el Catastro” como se le llamaba-. Y el Gobernador responde en esa oportunidad, que ahora los terrenos de Villarroel ya no pertenecen a su Departamento y deben pagar impuestos en Puerto Montt.

Pero en el pueblo recién fundado, el Agente Pérez Rosales no reconoce la legitimidad de la propiedad  del “Chompa”, al menos en lo que respecta al territorio donde se instaló el pueblo. Sin embargo Villarroel no se amedrentó “por este percance o gran desengaño, con el que veía frustradas sus ambiciones, se dirigió a Santiago, contrariando los consejos del Gobernador y Alcalde de Calbuco don José Ramírez y don Manuel Silvestre Ricardes”, según Goycolea, quien cuenta que dos meses después de lo anterior, “el Presidente don Manuel Montt y en presencia de su ministro don Antonio Varas, recibía en audiencia privada al propietario Villarroel y después de oírlo y ver sus títulos de dominio, le dijo que no tenía más derecho que a las veinte cuadras cuadradas, pero que si cuidaba y ayudaba al Agente Pérez Rosales y a los colonos, le daría una hijuela de terrenos sobrantes para cada uno de sus hijos varones, oferta que más tarde fue cumplida al pie de la letra”.

¿Qué sucedió después de esta entrevista? 

El padre José Harter, otro cronista de la colonización, nos informa que en 1857 Enrique Villarroel entabló un “pleito contra el fisco, sobre los terrenos entregados a los colonos”. Nada conocemos de los detalles de ese pleito, sólo sabemos que el 31 de marzo de 1868 –once años después- el Intendente de la provincia de Llanquihue, Felipe del Solar, hermanastro de Vicente Pérez Rosales, informaba al gobierno lo siguiente: “ Se concluyó el juicio promovido por Enrique Villarroel sobre propiedad de terrenos que componen la parte sur del departamento de Llanquihue, los cuales han sido declarado propiedad del fisco”. Habían transcurrido quince años desde el desencuentro del “Chompa” con don Vicente Pérez Rosales.

Siguiendo con la historia, un apunte del padre Harter dice que,  “en 1872 Enrique Villarroel, recibió dos retazos de terreno. El primero colindante al O. con el río Chamiza y por el N. con el río Bota Piedras; el otro colindante al E. con el río Chamiza y por el S. con el río Las Animas”.

¿Se cumplían así las promesas del Presidente Montt? ¿Eran estas las hijuelas asignados a los hijos de Villarroel? ¿O se trata de una compensación por el terreno “expropiado” en Melipulli? No lo sabemos, pero Belisario Goycolea afirma que las promesas del que a estas alturas era ya ex presidente de Chile, se cumplieron al pie de la letra.

La constitución de la propiedad de la tierra en la provincia generó conflictos que fueron advertidos a tiempo por hombres como Muñoz Gamero, Frick, Bernardo Philippi y Domeyko, este último planteó al gobierno que antes de iniciar la colonización, “la medida más esencial y urgente es la mensura”, porque no había claridad sobre los límites y sobre la extensión de las tierras fiscales que se suponían en gran abundancia. Dijo que “cualquiera sea el lugar donde se trate de establecer una colonia, hemos de topar necesariamente con propiedades ya ocupadas, con habitantes pertenecientes en cuerpo y alma a la familia chilena”. Y para ser más claro agregó: “por todo el territorio hallará el inmigrado, sino caminos, a lo menos senderos trajinados desde la conquista, y trechos de suelo desmontado”. 
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N. R. Cuadernos de Caicaen sostiene la tesis que el sector donde se instalò la Colonia por Perez Rosales, estaba humanizado desde hacìa una veintena de años. En Tenglo residìa un inspector, hacia 1843 se estaba implementando la escuela de niños de Tenglo, Algunos presos fugitivos  eran despachados desde Angelmò a San Carlos, (ya por esa fecha aparece este topònimo documentalmente). En la dècada del 30, un hachero calbucano que acompañò a Muñoz Gamero en su excursion a los lagos partiò desde el lago a las 6 de la mañana, llegò a Melipulli, recogiò las vitaullas y ya estaba de regreso en el lago antes de las 8 de la noche, habiendo transitado -segun Gamero- por el camino entre estos puntos.
¿De cual habrà fumado don Vicho que viò (perdòn), escribio que solo habia selva verde impenetrable.?